"Sin un plan, nada puede salir mal. Y si algo se sale de control, no importa. Ya sea que mates a alguien o traiciones a tu país”.
Parasite (Bong Joon-Ho, 2019)
Cuatro integrantes de una familia habitan un semisótano, desde donde otean –invisibles- el mundo que les circunda. Subterráneos, subempleados, subsistentes. El desempleo los sumerge económica y socialmente.
El curso de la historia dará un vuelco cuando logren –uno a uno, azarosamente y artimañas mediante- prestar servicios para una familia acaudalada.
El conflicto latente entre pobres y ricos, empleadores y sirvientes, habitantes de la luminosa superficie y del obscuro subsuelo –metáfora que recuerda a Metrópolis (Fritz Lang, 1927)-, se traducirá en excesiva e irreprimible violencia.
El conflicto social soterrado, instalado en hondas grietas, invisible y silente, hasta que una circunstancia aparentemente insignificante lo hace emerger y mostrar su peor rostro.
El conflicto es una percepción -es decir, un fenómeno estrictamente subjetivo- de intereses contrapuestos, razón por la cual puede engendrarse unilateralmente, ante el asombro de quien no supo –o no pudo- vislumbrar a tiempo la tensión que antecede al acto hostil.
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